Keywords:novela erótica interracial, novela erótica sadomasoquista,BDSM
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Sinopsis:
Esta novela te hará explorar tus fantasías más íntimas e inconfesables, aquellas que tienes clausurados bajo tabúes sociales. Seas hombre o mujer ponerlas a la luz de tu conciencia y de tus deseos tendrá un efecto liberador.
A partir de un noviazgo contemporáneo ingenuo un hombre joven tiene tormentosas relaciones sexuales que involucran episodios eróticos de carácter sadomasoquista. Una muchacha inmigrante afro-colombiana hará lo que haga falta para conquistarlo.
Imposible leer esta novela sin reexaminar tus verdaderas inclinaciones en temas ocultos y profundos.
Su lectura te atrapará.
Extracto:
Capítulo 1
Se apeó del viejo Fiat que había comprado seis semanas atrás y al cerrar su puerta acarició involuntariamente el cristal de la misma. Un gesto de cariño por el vehículo cuya adquisición había transformado su rutina diaria dejándole libres casi cuatro horas que antes le insumían sus viajes a su trabajo situado en la provincia de Buenos Aires. Junto con el alquiler de un pequeño y antiguo apartamento en el barrio de Constitución eran sus mayores logros desde su llegada de su provincia natal. Cierto que el edificio de cuatro plantas sin ascensor se hallaba en una zona decadente habitada por inmigrantes en su mayoría indocumentados, que ocupaban ilegalmente ruinosas viviendas no reclamadas por sus dueños quizás por complicados problemas legales. La desidia de los ocupantes se revelaba en los montones de basura arrojados en las veredas, los contenedores de residuos saqueados en busca de quien sabe qué objetos y las botellas de cerveza que se apilaban en ciertas esquinas. En los atardeceres los sufridos viejos habitantes del barrio se encerraban en sus casas y las calles eran invadidas por travestis, prostitutas dominicanas y probablemente revendedores de drogas.
Comparado con su vida tranquila en su zona rural natal la comparación de su actual medio ambiente podía ser a primera vista frustrante, pero a él le satisfacía como primera plataforma de lo que había logrado por sus propios medios, separado del clima familiar.
Esteban Dubanowski había nacido en la lejana Provincia de Misiones, una especie de cuña entre las fronteras de Brasil y Paraguay separada de ambos por ríos caudalosos. Allí había nacido veintitrés años antes en una chacra, es decir una granja familiar en una colonia de agricultores de origen mayoritariamente polaco y ruso, dos de las tantas colectividades que poblaban dicha provincia norteña. Al llegar a la mayoría de edad le resultó evidente que debía emigrar ya que el establecimiento no permitía sostener a la familia integrada por sus padres y ocho hermanos. Ya su hermano mayor Gregorio había emigrado a Foz de Iguazú, en Brasil, donde se había casado con una mujer de origen árabe con la cual había constituido una familia que ya incluía tres hijos.
Gregorio lo había instado a mudarse cerca de él pero Esteban había preferido viajar a Rosario, en la Provincia de Santa Fe, para completar sus estudios universitarios. Había residido allí cuatro años hasta obtener su diploma de licenciado en diseño industrial. Luego había decidido dar el gran salto y probar suerte en Buenos Aires, la gran metrópolis del país y destino soñado de muchos jóvenes inquietos de las provincias y países colindantes.
Al llegar a la ciudad había conseguido un trabajo en una fábrica metalúrgica en el tercer cinturón del conurbano bonaerense, distante unos treinta kilómetros de su casa, para llegar al cual debía tomar tres medios de transporte que en total le insumían dos horas de ida y otras tantos de regreso, en horas de gran tráfico y por consiguiente en condiciones de hacinamiento. Pero con la compra del vehículo eso había quedado atrás.
Al llegar a su apartamento se preparó un café, se recostó en la cama, ya que el mobiliario que había podido comprar no incluía por el momento una silla, y prendió el televisor que había comprado de segunda mano. La película que estaban dando mostraba una escena de amor de elevado contenido erótico y Esteban notó que tenía una fugaz erección; para enfriar sus pensamientos decidió tomar una ducha de inmediato, aunque habitualmente lo hacía por las noches, antes de irse a dormir.
Al salir del baño se dio cuenta que los pensamientos seguían siendo los mismos, y que la excitación sexual no iba a calmarse entre las cuatro paredes de su vivienda. Se vistió y salió a caminar un rato. Dado que no tenía nada de comida en la desvencijada nevera resolvió cenar temprano en una especie de café-restaurant de ínfima categoría a tres cuadras, pero antes caminaría un poco y viviría más de cerca la dudosa atmósfera del vecindario.
A poco andar se le acercó un travesti pintarrajeado de mediana edad. Su visión le produjo un cierto rechazo instintivo e intentó apartarse de su paso sin éxito.
-Hola grandote. ¿No quieres probar algo que no olvidarás en tu vida?- Le dijo el callejero. Notando su erección intentó manotear la bragueta pero Esteban lo apartó con rudeza y prosiguió su camino dejando al prostituto musitando improperios y amenazas. Reconoció en sí mismo un grado de disgusto que intentó controlar para no dar lugar a prejuicios que su mente rechazaba.
Un par de cuadras más allá un veterana prostituta negra de carnes abundantes, posiblemente de origen dominicano, le guiñó un ojo e interceptando su camino le susurró.
-Hola rubio. ¿No quieres probar una negra? Te voy a exprimir en la cama como a un limón. Ven, acaricia mi piel.- Dijo exponiendo su rollizo muslo.
En realidad Esteban había debutado sexualmente cerca de su pueblo con una afro-brasileña bastante mayor que él y la experiencia había sido inolvidable, tanto por ser su primera vez como por el ardor increíble de la mujer, con la cual había tenidos sexo varias veces más en años sucesivos. Sin embargo sacudió su cabeza como para espantar sus ideas y siguió su camino. Nunca había pagado por sexo y se había propuesto no hacerlo jamás. Esperaría que se presentara otra circunstancia para satisfacer sus deseos.
Finalmente, luego de una media hora de caminata en la que presenció varios acontecimientos, entre los que se contaban una pelea entre dos adolescentes borrachos que terminaron siendo separados por vecinos y la acción de un policía que tenían a dos muchachos sentados en una esquina a la espera de la llegada del patrullero que los llevaría a la comisaría posiblemente bajo la acusación de intento de robo. Ya estaba regresando a las cercanías de su casa cuando visualizó el bar donde había proyectado cenar. Cansado de la jornada de trabajo y la caminata se sentó en una de las mesas cercana a una ventana, lo que le permitía observar el movimiento de la calle, que se iba haciendo más escaso al caer las sombras de la noche.
Una camarera se le acercó con el menú en la mano. Ambos se observaron durante unos instantes en los que intercambiaron mensajes no verbales.
-Te dejo el menú. Ya regreso para atenderte.- Le dijo la muchacha con un evidente acento que a Esteban le sonó caribeño. Al alejarse momentáneamente para ir a la cocina el muchacho la siguió con la mirada. De estatura mediana lo que llamaba la atención vista desde atrás era su trasero abultado y sus piernas bien formadas, todo ello sin embargo disimulado por el uniforme marrón sin duda provisto por el bar.
La muchacha retornó al cabo de un rato y Esteban pudo verla de frente. Los senos eran turgentes y sus brazos morenos hermosos. El joven observó su rostro y sus miradas se cruzaron durante un instante intenso. Los ojos de la muchacha eran oscuros, grandes y bellos. Sus facciones regulares eran bonitas y su sonrisa amplia. Su largos cabellos renegridos caían en cascada sobre sus hombros enmarcando su cara. Esteban respondió con una sonrisa y ordenó su cena.
Al cabo de unos veinte minutos la muchacha trajo el plato ordenado y la bebida. Sus manos estaban colmadas y Esteban la ayudó a depositar las cosas sobre la mesa. Durante un instante las manos de ambos tomaron contacto. Esteban prolongó ese contacto una fracción de segundo más de lo necesario y la muchacha no retiró su mano ante el mismo.
-¿Cómo te llamas?
-Luz.
-Muy bonito nombre.
Luz le dedicó una hermosa sonrisa.
-¿Y cómo te llamas tú?
-Esteban. Dime. Tienes un acento muy agradable. ¿De dónde eres?
-Colombiana.
-¿De Bogotá, Medellín, Cali?
-Bogotana.
-¿Y qué haces es Buenos Aires?
-Estudio Medicina…lo demás ya lo ves. Y tú ¿Eres de aquí?
-No. Nací en una provincia en el norte.
-¿Y allá son todos rubios y de ojos claros?
-No todos. Yo soy descendiente de polacos. Hay muchos eslavos y otros europeos en Misiones.
En ese momento llamaron a Luz desde la cocina.
-Sí. Ya voy.- Contestó y comenzó a retirarse.
-Espera.- rogó él.
-Ahorita estoy ocupada. Luego paso a retirar los platos.
Esteban hizo una señal a la muchacha indicándole que le trajera la cuenta. Ella sirvió los cafés que llevaba a un matrimonio de edad sentado unas mesas más allá, se dirigió a la caja y retornó con un papel en sus manos.
Esteban pagó en efectivo y cuando ella se retiraba le preguntó.
-¿A qué hora sales de aquí?
-A las diez o un poco más tarde.- Respondió ella en voz muy baja.
-¿Puedo esperarte?- La muchacha respondió encogiéndose de hombros en un mohín que sugería asentimiento.